Agricultura familiar como estrategia de supervivencia ante la crisis social y económica por el Covid-19

[vc_row css_animation=”” row_type=”row” use_row_as_full_screen_section=”no” type=”full_width” angled_section=”no” text_align=”left” background_image_as_pattern=”without_pattern”][vc_column][vc_column_text]La situación por la que atravesamos actualmente a causa de la pandemia por coronavirus ha sido un sacudón que nos llama a repensar en dinámicas económicas y sociales que ayuden a amortiguar la crisis a la que se está enfrentando el mundo. De esta manera, surge la necesidad resaltar la importancia de prácticas sustentables que en los últimos años han tomado fuerza, como la agricultura urbana y familiar.

Bloqueos en casi todos los países que buscan contener el avance del virus, han impedido las importaciones de alimentos, lo cual, ha reflejado la fragilidad del sistema alimentario a nivel mundial. Esta situación es crítica para  países que importan más del 50% de los alimentos que consumen sus poblaciones. Las restricciones comerciales y de transporte en los últimos dos meses han limitado la llegada de alimentos importados, de otros países o de las distintas regiones del país. Esto tiene graves consecuencias en el acceso a los alimentos por parte de la población, en especial los sectores empobrecidos, que son los más vulnerables.

Los beneficios de la agricultura familiar en zonas urbanas y periurbanas se reflejan en lo económico, social, cultural, y ecológico. En este artículo se pretende exponerlos a detalle.

Las pequeñas huertas urbanas familiares han retomado prácticas ancestrales para la siembra, el mantenimiento y la cosecha de productos. Igualmente, las familias y los barrios se han organizado para innovar sus recursos y herramientas, que les permitan tener una mejor producción. Este tipo de agricultura se ha convertido en una alternativa sostenible importante; y en una práctica económica y comercial que promueve la autonomía de familias, barrios y pequeñas comunidades locales.

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Fotografía: Cortesía de Pixabay

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Cultiva, procesa y distribuye una diversidad de productos alimentarios, (re)utilizando en gran medida recursos humanos y materiales, productos y servicios que se encuentran en y alrededor de dicha zona, y a su vez provee recursos humanos y materiales, productos y servicios en gran parte a esa misma zona urbana.

De esta manera, se garantiza el abastecimiento básico de alimentos necesarios para la subsistencia de la familia, al menos en su mayoría. Así mismo,  excedentes que se generan con esta práctica – que al hablar de agricultura familiar no son abundantes – , pero permiten generar trueques gracias a la diversidad de alimentos, o un pequeño ingreso extra con venta de productos orgánicos.  Los pequeños sistemas agrícolas urbanos, realizan un aporte fundamental para la seguridad  y soberanía alimentaria entre las familias, barrios y pequeñas comunidades.

Según la FAO, la agricultura urbana puede convertirse en una alternativa viable e incluso más productiva que las fincas rurales. Los huertos urbanos pueden ser hasta 15 veces más productivos que las fincas rurales, ya que pueden llegar a producir hasta 20 kilos de comida por metro cuadrado al año. Y al mismo tiempo, se generan empleos por medio de emprendimientos como la comercialización de excedentes, la fabricación de abonos y fertilizantes naturales, elaboración de cosmética natural, y otros.

Estudios realizados arrojaron como resultado que los hogares urbanos recurren de manera creciente a prácticas de agricultura urbana especialmente en épocas de inestabilidad política y económica. De ahí que esta actividad sea considerada una «estrategia de supervivencia inducida por crisis» en épocas de disturbios sociales y de inestabilidad económica y política.

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Fotografía: Cortesía de Pixabay

[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column][/vc_row][vc_row css_animation=”” row_type=”row” use_row_as_full_screen_section=”no” type=”full_width” angled_section=”no” text_align=”left” background_image_as_pattern=”without_pattern”][vc_column][vc_column_text]El crear y mantener un huerto en casa mejora la percepción de los habitantes sobre la labor de los agricultores. Este proceso – desde la siembra hasta la cosecha – genera conciencia sobre lo que cada familia lleva a su mesa y a su boca. El hecho de cultivar los propios alimentos requiere de tiempo, dedicación, paciencia y esfuerzo, por más pequeño que sea el huerto.

La práctica de la agricultura en un contexto urbano contribuye a reforzar las relaciones interpersonales: familiares y en la comunidad.  Es una excelente terapia para el espíritu en este tiempo. Reduce la tensión, fomenta la integración social entre grupos y se convierte en una oportunidad para crear redes de contactos; donde la solidaridad supera la rentabilidad y la competitividad.

La FAO resalta que esta actividad puede ayudar a combatir el hambre, la pobreza, la explotación y la falta de esperanzas, en medio de la crisis por la falta de empleo, que puede conducir a un incremento de las tasas de delincuencia y crimen común.

Como consecuencia de la falta de empleo, la pobreza en las áreas urbanas también se eleva y muchos habitantes de las ciudades no pueden satisfacer sus necesidades básicas de alimentación. Además, un amplio porcentaje de la población trabaja en el sector informal y vive de sus ganancias diarias. De tal forma que la agricultura en casa se convierte en un elemento importante para cubrir esta necesidad de alimentos.

Mediante la práctica de la agricultura urbana, se transmiten conocimientos entre generaciones, lo cual estrecha a su vez los lazos entre los miembros de la familia. Muchas familias han retomado prácticas ancestrales agrícolas que sustituyen las técnicas agrarias modernas.

El huerto, independientemente de su tamaño, se convierte en un espacio de experiencias. Despierta en las personas el deseo de aprender y compartir. Del mismo modo, se refuerza el vínculo entre el ser humano y la naturaleza, promoviendo un estilo de vida más consciente.[/vc_column_text][vc_empty_space][vc_single_image image=”4620″ img_size=”full” alignment=”center” qode_css_animation=””][vc_column_text]

Fotografía: Cortesía de Pixabay

[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column][/vc_row][vc_row css_animation=”” row_type=”row” use_row_as_full_screen_section=”no” type=”full_width” angled_section=”no” text_align=”left” background_image_as_pattern=”without_pattern”][vc_column][vc_column_text]La agricultura urbana influye positivamente en la conservación del Medio Ambiente. Los residuos orgánicos que se generan a diario en casa pueden convertirse en un excelente abono (compost) para los huertos familiares. Esta técnica se denomina: compostaje. El manejo adecuado de residuos orgánicos y el reciclaje, por medio de la reutilización de envases para empezar a cultivar, convierten a esta actividad en una práctica sustentable.

A su vez, influye positivamente en el microclima de las ciudades y en la protección de recursos urbanos como: agua, suelo y biodiversidad. Un solo árbol propicia un cambio climático en sus alrededores, al dar lugar a pequeñas islas verdes que disminuyen la temperatura y reducen la contaminación del aire por la fijación de gases de efecto invernadero. Además, esta actividad previene el sellado del suelo, lo que permite disminuir las inundaciones.

Es posible empezar a sembrar en macetas, terrazas, patios, jardines exteriores, balcones, jardineras, en muros verdes,  espacios comunales privados o comunales; incluso se pueden reutilizar  botellas, latas y llantas.

Algunos de los alimentos más populares y sencillos de cultivar y mantener son: tomate, zanahoria, jengibre, piña, albahaca, cebolla, pimentón y, si el espacio lo permite, aguacate, fresas y hasta manzanas, con diversidad de usos gastronómicos y beneficios para el organismo y el sistema inmune.

Los habitantes de las ciudades se enfrentan al desafío de solventar sus necesidades para conseguir alimento durante la crisis. Se precisa que el estado garantice políticas que beneficien estas formas de producción, consumo y distribución de alimentos. Es necesario que se creen oportunidades equitativas en los mercados locales que permitan a los pequeños productores competir con grandes cadenas corporativas. El objetivo, al final del día, es lograr una práctica agrícola socialmente más justa, económicamente viable; y ambientalmente sana y saludable.

R: E.F[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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